martes, 26 de mayo de 2009

Hada de Sangre


Tenía el cabello negro como la noche, ojos de cristal, rotos, apagados. Su sonrisa era una cruel ráfaga de viento: fría y distante.

Andaba por el mundo en busca de una razón, su cuerpo era digno de admiración, mas eso poco le importaba. Deseaba trascender a algo más, lo que sea. El suicidio no era una opción, quería llegar cara a cara con el Creador y reventarle sus reclamos a la cara, el por qué de sus pesares, que había hecho en otra vida para merecer esto, quería gritarle hasta quedar sin voz.

Esperaría paciente, esperaría por siempre, aunque por siempre era mucho tiempo, la maldición no se rompía, no hallaba consuelo en nada, la soledad era una mala consejera, mas su piel no se arrugaba.

Huir de su vida, de su ego, de la persona que era: ruín, soez.

Morir debería ser fácil para un monstruo, una salida mágica de un mundo basto de desesperación. No, no lo era. La sangre podía correr por torrentes salados, pero la vida siempre resistía, siempre.

Decidió esperar al cazador, para que le arráncase el negro corazón, para morir como cualquier ser, de una vez por todas.

Y al fin mirar a los ojos al Creador, y reclamarle así, el por qué de su maldición.