miércoles, 22 de septiembre de 2010


18/09/10


Imaginé mi muerte demasiadas veces.

Advertí que cada una de ellas era real y a la vez fantasía.

No sabía lo que hacía.

No tuve cuidado con lo que deseé.

No quise escuchar a mi vieja y aburrida consciencia.

Morí por ello.


20/09/10


Equivocaste las respuestas. Mataste las preguntas. Soñé cosas muy extrañas, incluso me mordí la lengua mientras dormía. Todo fue tan raro.

Al final del túnel lleno de rosales, te hallabas tú. Eras tú, y tu inmensa duda corroyéndote por dentro. ¿Realmente yo te amaba? Tu rostro mostraba la incertidumbre con una mueca en los labios, que me muero por besar.

Caminé.

El pasillo no era de mármol puro, eran espinas enroscadas en hermosos botones rojos.

Sangré y lloré.

Me pregunté muchas veces si valía la pena seguir, pero ¿cómo saberlo si nunca lo intentábamos? Esa pregunta sin respuesta alguna, era la que me instaba a continuar ese tortuoso camino, para saber y dejar de imaginar el “¿cómo sería si…?”.


21/09/10


¿Quién dijo que las espinas no se pueden comer?

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