sábado, 1 de enero de 2011


Y me quedé en un sueño eterno.
En un sopor extremadamente ajeno a toda dulce pesadilla.
Un sueño que solo le pertenece a él, y a su voluntad.
Lleno de edificios en llamas.
A un sueño que solo le pertenece a él, y a su voluntad.
Después de todo, ¿qué sería de mí sin oír su voz?
Después de todo, ¿qué era yo antes de conocerlo?

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¿En dónde quedó mi mentira con sabor a chocolate?
La saboreé pero no era más que un espejismo creado por el cristal de tu mirada.
Así que volví a caer.
Volví a recorrer con el dedo el contorno de tus labios.
Y quedé perdida… otra vez.
¿A que lugar me llevó el carruaje negro?
Al castillo olvidado por todos.
Pobrecita la señorita que ahí habita, pues es su destino quedarse sola para siempre.
Y ningún príncipe llegará en un pegaso a rescatarla.
Ni rosas, ni besos, ni abrazos.
Pobrecita, porque ahí desamparada morirá.

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